I.S.B.N. 9977- 33 – 001 – 8

Dedicatoria

A mis nietecitas Leda Catalina y Jimena sin quienes mi vida ha perdido su luz.

A María Fernanda, sobrina solidaria que persigue sueños como yo y los atrapa.

A mis hermanos Tony, Alia, Sandra y Guido, por su colaboración sin límites.

A Don Fernando Naranjo, amigo y cómplice de mis andanzas, por su apoyo invaluable y en él a GRUPO TACA por prestarme sus alas para seguir el vuelo.

A Usted querido lector, por convertirse en un sonámbulo más entre mis versos.

Prólogo de la autora

POEMAS SONÁMBULOS nace en Madrid y muere en París, dos ciudades donde la nostalgia fue mi cómplice secreta y yo su pasajera ineludible.
En cada una de ellas hubo un recuerdo delator que sin doler, invitaba a la meditación drástica, al reencuentro con mis fantasmas y sus mitos, al olvido disfrazado de río inmigrante.
Los mundos empedrados de la memoria cabalgaron con él y encontraron que el mar de sus desvelos dormía sus crines en orillas ajenas. Por eso en cada verso hay un sonambulismo premeditado que despierta su ojera entre las piedras.
POEMAS SONÁMBULOS es, después de mi MEMORIA INFIEL, una gigantesca Oda a la Nostalgia de la que nadie escapa, nadie.
Les invito a caminar conmigo, con ella, a través de sus mareas repentinas, incendiarias.
Permítanme entrar en su casa, mi casa y ser su espejo delator, mi espejo...

PARIFONÍA DE LA NOSTALGIA

Cauce dormido

Nosotras las sin dueño,
las que ya nadie enciende,
quisimos imitar la libertad del río,
pero el río no envejece,
cambia su cauce
y busca amores en mares reprimidos.
Nosotras las sin dueño,
que inventamos perdones y prodigios,
heredamos las canas culpables
de ese mar clandestino
que rehuye el abrazo
y lanza sus mareas
a los jóvenes ríos insensatos.
Nosotras las sin dueño,
las del cauce dormido,
despertamos con fuego
en las heridas.
Ah juventud que no perdimos,
Ah madurez que no buscamos.

La infiel

El rostro infiel de mi otra yo
se agigantó de miedos.
Su espejo me persigue
Le miento, me miento.
No hubo un milagro temporal
capaz de redimirme,
nada contra los años, nada.
Un batallón siniestro de bastones erguidos
me confronta,
la infiel sonríe.
Lanzo en su rostro ese reproche último,
ella destroza los espejos,
mis espejos
y se esconde en mi casa,
su casa.

Río inmigrante

Pienso en el tiempo de los ríos
que nacieron sin tiempo.
Invoco mis conjuros
para entender su piel
que corre tras la piedra,
ella se deja amar,
besa la ráfaga suicida
que emigra hacia otras piedras
mientras gime de adioses,
no comprendo su rara terquedad,
pero sé que fui piedra
y algunas veces,
solo algunas,
río inmigrante que lastima.

Los caídos

El paisaje es culpable.
Se desmaya en el absurdo antifaz de los caídos
que desfilan insomnes por mis ojos.
Yo los dejo morir
cuando el río viste de piedra las heridas.
Esta nostalgia naufraga en sus retratos y castiga.
Si muriese con ellos,
el paisaje quizás no dolería,
pero duele.
Me acerco a la tristeza

Paso de pájaros

Arrastro los castigos
porque mis piedras personales golpean los milagros
y convierten mi paso en pájaro pequeño.
Repito ese dolor
cuando me asaltan culpas peregrinas
que escondo inútilmente en la memoria.
Los milagros absurdos no cenan en mi mesa
y los otros llegan tarde o nunca llegan.
Me refugio en la furia
porque la furia oculta mi impotencia.
En la silla vacía
la nostalgia me observa
mientras me sirvo el último reproche.

Ángel proscrito

Y el río compartió su piel,
manchó de luna mi osadía
que acurrucó su sombra entre las piedras.
Dijo que alguna vez fue árbol
y flor de viento antiguo
y vela,
que la ciudad hería sus esquinas
Porque viajaba en tren
y no en sombrero,
que su cuerpo era un ángel
de lenguajes proscritos
y yo su mensajera.
El río me habló de su nostalgia…
Yo me hermané con él,
nos parecemos.

Bajo protesta

He visto en la vejez infancias nuevas,
indomables espumas carcelarias
que esconden los secretos
y gobiernan fantasmas en los tiempos de amnesia.
Me persiguen las canas
con sus miedos colgando en el exilio.
Morir sin morir cada mañana,
desfallecer de tedio con las manos vencidas
buscando no sé qué,
perder en el mutismo de los nombres
el abrazo frecuente,
perder, perder…
He visto en la vejez tanta locura,
tanta inocencia insospechada y triste,
que me asusta enfrentarla.
El tiempo me atrapó,
tendré que envejecer bajo protesta!

Como adioses

Me pesa la nostalgia
como al río le pesan
los mundos empedrados.
Juntos nos arrastramos
en la corriente vengativa
de esa lágrima
dispuesta a sentenciarnos.
Exhalamos mentiras
para justificar la furia
de los cauces
perdidos en la herencia
de culpas insensatas como adioses.
El río las borra en cada beso,
yo las dejo morir…
Me pesa la nostalgia,
pero mas la mirada del destierro
cuando en contra de mí,
busco unas manos
que abaniquen los vuelos
de la sangre en mi vientre
que dejó de ser vuelo.
La nostalgia me pesa,
Lo confieso.

Pájaros secretos

Hoy liberé mis pájaros secretos
para impedirle al cuerpo
desatinos.
Los dioses del perdón
encorvan sus designios
mientras las piedras
bordan otros nombres.
La nostalgia se agota
en mis almohadas.

La noche inmerecida

Mi rostro se arrodilla
porque los ojos duermen
la mentira.
En su ojera de siempre
reverbera una lágrima.
El cuerpo es una súplica
en vigilia,
la noche inmerecida
lo acompaña.

El perdón de los nombres

Amanece.
Retomo el manantial
como caricia.
La ira me abandona
con su herencia de culpas
a la espalda.
Me perdono
en el nombre herido
de los nombres.

Emergiendo

Ebria de plenitud
rasgo mis telarañas
para limpiar de miedos el camino.
Me desvisto de olvidos
con todo y los rencores,
lanzo sus ropas lapidarias
al sitio del destierro,
entonces, nueva el alba,
duermo con ojos quietos
el alivio.

Tribu de perdones

Son otras las almohadas
que tejen en mi cuerpo
orgásmicos desvelos,
otra la piel
que atrapan los insomnios.
El río es un enjambre de abanicos
meciéndose en mi cama.
Recorro las estancias y el asombro
sin culpas en las canas y sonrío,
mientras me llueven tribus de perdones.
Aún me pesa la nostalgia,
pero me pesa menos
y menos.
Lo confieso.

Sola en Paris

Los amantes, los extraños,
las mujeres vencidas por secretos
y yo con mi dolor sonámbulo,
maldiciendo las horas
que anulan los regresos
desde su lágrima infinita,
suplicando el abrazo con tu beso
que recorre París sin encontrarme.
Los amantes y yo,
las mujeres vencidas y yo,
este dolor de siglos y yo,
los secretos sonámbulos y yo.
Como quisiera ser nosotros

Caminante inconclusa

Hoy caminé París
como caminan los caminantes solos:
desde la esquina triste del café hasta la cordura
no levanté los brazos.
Las piernas me dolían,
las medias me quemaban,
pobre de mí en París,
sola, con frío,
con las manos buscando su zapato.!

Inevitable

El espejo corrió,
vi su sombra perderse en los andenes
cuando miré como se miran
los que amaron primero:
sin el rencor doliendo.
Las puertas del vagón callaron
y mi recuerdo se acostó con ellas.
A lo lejos,
tú y yo éramos olvido.

Confesa

París me ve morir,
no dice nada porque conoce todos mis balcones,
mis torres con sus plazas
rindiéndose ante célebres fantasmas,
dueños de todo y nada como yo.
En la acera de en frente
una niña levanta su manita
para decirme adiós
mientras el tren le borra la sonrisa.
Recojo los harapos de su muñeca rota,
los beso y me castigo,
tiendo recuerdos en secreto
porque mi sombra es una luna desteñida
jugando a la rayuela.
París se inclina frente a ella y llora.
Mis plazas y balcones
visten con luto de mi ojera
para ocultar sus claridades.
La sombra de mi sombra se arrodilla
y confiesa:
Mi niña inhabitada ha muerto.

MADRIFONIA DEL REGRESO

Senafonia de la nostalgia

Una nostalgia redimida
camina por las márgenes del Sena,
busca mi rostro,
lo besa en la vitrina de cartón,
charla con él de sus vigilias.
El Sena es un guardián infiel
que esconde la nostalgia
en sus pupilas.
Todas las catedrales protestaron,
recorrieron los cuerpos de mentira
y hablaron de la infancia,
del paisaje y mi vida.
El Sena es un guardián infiel
y yo su amante,
la nostalgia nos mira
y se sorprende.
Al fin estoy con alguien.

Contrasonrisa

Un abrazo imposible
nos recorrió el aliento
cuando el alma anterior
descansó su energía en otro lecho
y sollozó.
Regresé a los caminos empedrados
con el dolor gimiendo en la memoria.
Tenía menos heridas,
menos rasgos de luz,
menos jilgueros cotorreando en mi oído,
me sonreí llorando y te maldije,
Madrid también sonrió
mirando sin mirar mi rostro antiguo.

Piel poeta

Sentí su piel poeta en mis cenizas
que jugaban al fuego,
besamos todos los rincones
de esta historia inconclusa
cuando las sombras redimidas
eran de todo y nada
como yo.
Yo,
un ojo inquisidor
buscando la nostalgia en las aceras
de este barrio sin nombre.
Yo,
la culpa, las memorias,
los balcones muriendo de fantasmas
para ahuyentar fantasmas.
Madrid pagó con flores mi regreso.

Irrevocable

No hay espejos hurgando su derrota
en la inquietud de mi cuerpo
ni retratos con ojos de mentira
sonriéndole a la estancia.
Detrás de mi ventana es luna.
Espero no sé qué ni a quién…
Afuera los balcones se entretienen
con el rostro silente
de cualquiera que pasa.
Madrid volteó hacia mí,
tiró las llaves incendiarias
en mi cuerpo apagado
para quemar sus puertas.
Las miré con los ojos del exilio:
sin pronunciar palabra
que manchara el regreso.
En los techos rojizos
de la tarde española
danzan la espera y su nostalgia.
Mi vida es un reloj irrevocable
que implora una caricia donde el tiempo se duerme.
Detrás de mi ventana siempre es luna…

Lienzo dormido

Tu cuerpo es un pincel insospechado
que escondo en el lienzo de mi almohada .
Despinto de antifaces cada esquina
porque quiero inventarte en otra cama
que no sepa de olvidos.
Tu cuerpo es un pincel imaginario,
el mío una avalancha que no encuentra el camino
y se desmaya.
La pintura del Greco
con su Conde de Orgaz adelgazado
nos vigila,
por sus venas caminan los pecados.
Madrid me ve rezar
desde el balcón herido
de una lágrima,
deshilacho con ella
las letras de tu nombre
para dormir tu beso inexistente,
no puedo,
tu pincel se me escurre entre las sábanas.

Nostalgias vagabundas

Soy esa intrusa inevitable
que se desangra en soles,
cuando miro en Madrid
mi propia cara.
Tu nombre fantasmea
por las plazas gimientes
y persigue mis ansias.
Madrid tiene una lanza de sueños en las manos,
en mis manos hay lanzas que no sueñan.
quizás me habita un Sancho perdedor…
Temo encontrarte y encontrarme…
El miedo se avecina.
Libero entonces mis Quijotes
y cabalgo con ellos en la espalda.
Despierto mis nostalgias vagabundas,
las abrazo y suspiro
para atrapar recuerdos
que no duelan.
Madrid me dio el perdón
por tanto olvido,
las lanzas de mis manos
renacieron de sueños.
He regresado a casa.

Acerca de la autora

Acerca de la autora

Biobibliografía

Desde su primer libro “Conmigo al desnudo”, hasta sus “Poemas sonámbulos”, Leda García ha hurgado magistralmente en el verbo con su pluma irreverente y excepcional.

Este homenaje a la nostalgia se iza con la genialidad de la escritora que sabedora de su madurez literaria, toca los mundos empedrados de cada río personal que atrapará en su cauce al Lector cuando los lea.

Poemas sonámbulos se convierte en la obra más importante de esta escritora costarricense, que se libera de antifaces y espera sin dolor la presencia de una mar peregrina que quiera encenderla.

Leda Garcia, la sin dueño, la del regreso, la que siempre caminó con las manos buscando su zapato, incendió con su nostalgia el camino paralelo que nos habita.